18 de mayo de 2007

Tío Conejo Comerciante

(Tradición oral, autor anónimo)

Una vez tío Conejo cogió una cosecha que consistía en una fanega de maíz y otra de frijoles y como era tan bandido, se propuso sacar de eso todo lo que pudiera. 
Pues bueno, un miércoles muy de mañana se puso su gran sombrero de pita, se echó el chaquetón al hombro y cogió el camino. Llegó donde tía Cucaracha y tun, tun. Tía Cucaracha, que estaba tostando café, salió cobijándose con su pañuelo para no resfriarse.
-¿Quién es? ¡Adiós trabajos! ¡si es tío Conejo! ¿Qué se le ofrece? Pase ‘pa dentro y se sienta -y tía Cucaracha limpió la punta de la banca con su delantal.
-Aquí no más- contestó tío Conejo -si vengo rapidito a ver si quiere que hagamos un trato. ¿Qué le parece que vendo una fanega de maíz y otra de frijoles en dos pesos? ¡Báileme ese trompo en la uña! Regaladas, tía Cucaracha, pero la necesidá tiene cara de caballo.
-Pues ai vamos a ver, tío Conejo. Si me decido, allá llego.
-No, no, tía Cucaracha. Si se decide es ya, porque si no voy a buscar otro. Vine aquí de primero por ser usté. Y si se decide, llegue a la casa el sábado como a las siete de la mañana, porque yo tengo que bajar a la ciudá.
-¡Qué carambada! Hago el trato y allá llego el sábado con mi carreta. Pero no se vaya. Ahorita está el café y tengo un tamal que acabo de hacer.
Tío Conejo se sentó y al poco rato estaba allí tía Cucaracha con un buen jarro de café acabadito de hacer y una gran tamal fresquecito.
Con ese bocadito en el estómago, siguió tío Conejo su camino. Llegó donde tía Gallina y tun, tun.
-¿Quién es? gritó desde adentro tía Gallina, que estaba sofocada con el almuerzo.
-Yo, tío Conejo, que vengo a ver si hacemos un trato.
-Pase ‘pa dentro y se sienta. A ver, ¿qué cual es el trato?
-Es que vendo una fanega de maíz y otra de frijoles en dos pesos. ¡Vea qué fácil! Como quien dice, tirar el mai y los frijoles a la calle... Pero estoy en un gran problema y tengo que venderlos por esa miseria. Me vine directo a buscarla, tía Gallina, porque al fin y al cabo somos buenos amigos y uno debe preferir a los amigos.
Tía Gallina fue a voltear la tortilla al comal, y mientras fue y vino, pensó que era un buen negocio y prometió a tío Conejo ir el sábado como a las ocho con su carreta, por el maíz y los frijoles. También le dió un queso hecho en la casa para que probara.
Tío Conejo siguió su camino y llegó donde tía Zorra que estaba pelando unos pollos.
-¡Hola, tía Zorra! ¿Cómo me le va?
-¡Pero hombre, tío Conejo! ¡Buenas patas tiene su caballo! Pase adelante, pase adelante y ahorita almorzamos.
Tío Conejo entró y propuso el negocio del maíz y de los frijoles a tía Zorra, metiéndole unas largas y otras cortas: que la había preferido a todos y que por aquí y por allá, y que si se decidía, llegara como a las nueve el sábado, porque él tenía que bajar a la ciudad. Tía Zorra dijo que bueno, y prometió llegar el sábado con sus dos pesos donde tío Conejo.
Después que se pegó la gran hartada, tío Conejo se despidió y siguió su camino. Llegó donde tío Coyote, que estaba quitando del fuego una gran olla de nacatamales.
-¡Upe! Tío Coyote. ¿Cómo le va?
-¡Dichosos ojos, tío Conejo! Vale más llegar a tiempo que ser convidado. Entre ‘pa dentro y prueba estos nacatamalitos, están bien ricos.
Mientras se comía su nacatamal, tío Conejo ofreció sus fanegas de maíz y de frijoles a tío Coyote por dos pesos. En seguida cerraron el trato y tío Coyote quedó en llegar por ellas el sábado como a las diez de la mañana, con su carreta.
Tío Conejo se despidió y siguió adelante. Llegó a casa de tío Tigre, que estaba en el corredor afilándose las uñas.
-Tío Tigre, a ofrecerle una fanega de maíz y otra de frijoles en dos pesos. ¡Un disparate! Pero es que ando apurado para salir de unas mis deudas que me tiene loco.
Tío Tigre trató, y quedó de llegar el sábado con sus dos mulas, por el maíz y los frijoles. Tío Conejo le propuso que llegara como a medio día, porque en la mañana tenía que estar en la ciudad, de precisa, y no volvería a casa sino hasta por ahí de la una.
Luego tío Conejo regresó a su casa. El sábado se levantó de mañanita y se sentó en el corredor. Apenas había salido el sol, cuando vió venir a tía Cucaracha con su carreta.
Tío Conejo la hizo llevar la carreta detrás de la casa. Le enseñó el maíz y los frijoles; tía Cucaracha sacó del seno el pañuelo en que traía anudado el dinero, soltó el nudo y puso en manos del vendedor los dos pesos.
El muy bueno a las tapas [labioso] de tío Conejo invitó a entrar a tía Cucaracha, descolgó la hamaca que estaba guindada de la solera de la sala y le dijo: --Venga, tía Cucaracha, y se da una mecidita mientras se fuma este puro de chilcagre. Y tía Cucaracha se echó en la hamaca y se puso a fumar.
Tío Conejo estaba para adentro y para afuera. De pronto apareció con las manos en la cabeza.
-¡Tía Cucaracha de Dios! Allá viene tía Gallina, y viene para acá.
-¡No diga eso, tío Conejo! -dijo tía Cucaracha tirándose de la hamaca-. ¡Dios libre sepa que estoy aquí!
¡Escóndame por vida suyita, tío Conejo! Ya me parece que estoy en el buche de tía Gallina.
Tío Conejo la escondió entre el horno y salió a recibir a tía Gallina, a la que hizo llevar la carreta al galerón, le enseño las fanegas de maíz y de frijoles y recibió los dos pesos. Después por señas la hizo asomarse al horno y tía Gallina se va encontrando con tía Cucaracha, que pasó a su buche en un decir amén. En seguida la llevó a la sala, la hizo subir a la hamaca y aceptar un puro.
Cuando tía Gallina estaba en lo mejor, meciéndose y fumando, entró tío Conejo con las manos en la cabeza: 
-¿Tía Gallina de Dios? ¿Adivíneme quién viene ay no masito?
-¿Quién, tío Conejo?
-Pues tía Zorra, y no sé si es por usté o por mí.
-Por mí, tío Conejo. ¿Por quién había de ser? !Escóndame por vida suya! -Y la pobre tía Gallina, más muerta que viva, corría de aquí y de allá sin saber qué camino tomar.
Tío Conejo la escondió en el horno y salió a recibir a tía Zorra. La llevó a dejar la carreta en el potrero, para que no viera las otras, recibió sus dos pesos y en lo demás hizo como antes. Le señaló el horno con mil malicias y tía Zorra se zampó a tía Gallina. Mientras se estaba meciendo en la hamaca y fumándose su puro, tío Conejo estaba como un condenado a muerte, para adentro y para afuera. En una de tantas, entró haciéndose el asustado:
-!Tía Zorra de Dios! ¿Adivine quién viene para acá?
Tía Zorra pegó un brinco--. ¿Quién, tío Conejo?
-Pues tío Coyote... Y no se sabe si es por usté o por mí.
-¡Ah, tío Conejo más sencillo! ¿por quién había de ser si no por mí? ¡Escóndame y Dios quiera no me huela!
Tío Conejo la escondió en el horno y salió a recibir a tío Coyote. Después que éste le entregó los dos pesos, lo llevó a la sala.
-Echese en la hamaca, tío Coyote, y descanse. Mientras tanto fúmese este purito.
No hay que apurarse por nada. De repente, cuando uno menos lo piensa llega la Pelona y adiós mis flores, se acabó quien te quería. Yo por eso nunca me apuro por nada. 
Así que se fumó el puro, tío Conejo le dijo al oido: 
-Vaya y dese una asomadita al horno y verá la que le tengo allí.
-Fue tío Coyote y halló a tía Zorra zorrita. En un momento la dejó difunta y se la comió. Estaba todavía relamiéndose, cuando entró tío Conejo:
-¡Tío Coyote de Dios! ¿Adivíneme quién viene allí no más?
-Diga, tío Conejo-- contestó tío Coyote asustado al ver la cara que hacía tío Conejo.
-¡Pues tío Tigre, con sus garras afiladas! Y no se sabe si es por usté o por mí.
-¡Ay, tío Conejo! ¡Ese viene por mí, porque me lleva una ganas! Escóndame, por la que más quiera.
-Pues métase entre ese horno y yo cierro la puerta.
Tío Coyote se metió, con el corazón que se le salía y bandido de tío Conejo se fue a la puerta a recibir a tío Tigre.
-Ya creí que no venía, tío Tigre -dijo el muy rebandido-. Pase, pase y descansa en esa hamaca, que debe de venir muy rendido. Fúmese este purito y luego viene a ver su maíz y sus frijoles.
Cuando tío Tigre descans, tío Conejo le dijo al oído:
-Prepárese, tío Tigre, y vaya a darse una asomadita por el horno.
Así lo hizo tío Tigre, quien se va hallando con tío Coyote que estaba con las canillas en una tembladera. Tío Tigre lanzó sus zarpazos y ¡Pun! ..., ¡Adiós, tío Coyote! ...
Después fueron a cargar en las mulas el maíz y los frijoles, y así fue como éste fue el único comprador que recibió la cosecha de tío Conejo, quien cobró diez pesos por una fanega de maíz y otra de frijoles, y se quedó con cuatro carretas y cuatro yuntas de bueyes y muy satisfecho de su mala fe.

6 comentarios:

  1. ta buenicimo el cuento me ayudo con mi tarea

    ResponderEliminar
  2. si a mi tambien me ayudo con mi tarea que mala onda es tio conejo

    ResponderEliminar
  3. muy largo para copiarrapido

    ResponderEliminar
  4. Vaya vaya moraleja! Esto es muy maquiavélico no? En estos cuentos parece que todo vale... Y dónde queda el fomento de la educación en valores????



    ResponderEliminar