Este
es el cuento de la sonrisa de la princesa Diamantina
ruben
darío
Cerca de su
padre, el viejo emperador de la barba de nieve, está Diamantina, la princesa
menor, el día de la fiesta triunfal. Está junto con sus dos hermanas. La una
viste de rosado, como una rosa primaveral; la otra de brocado azul, y por su
espalda se amontona un crespo resplandor de oro. Diamantina viste toda de
blanco; y es ella, así, blanca como un maravilloso alabastro, ornado de plata y
nieve; tan solamente en su rostro de virgen, como un diminuto pájaro de carmín
que tuviese las alas tendidas, su boca, en flor, llena de miel ideal, está
aguardando la divina abeja del país azul.
Delante de la
regia familia que resplandece en el trono como una constelación de poder y de grandeza,
en el trono purpurado sobre el cual tiende sus alas un águila y abre sus fauces
un león, desfilan los altos dignatarios y guerreros, los hombres nobles de la
corte, que al pasar hacen la reverencia. Poco a poco, uno por uno, pausadamente
pasan. Frente al monarca se detienen cortos instantes, en tanto que un alto
ujier galoneado dice los méritos y glorias en sonora y vibrante voz. El
emperador y sus hijas escuchan impasibles, y de cuando en cuando turban el
solemne silencio, roces de hierros, crujidos de armaduras.
Dice el
ujier:
—Éste es el príncipe
Rogerio, que fue grande en Trebizonda y en Bizancio. Su aspecto es el de un
efebo, pues apenas ha salido de la adolescencia; mas su valor es semejante al
del griego Aquiles. Sus armas ostentan un roble y una paloma; porque teniendo
la fuerza, adora la gracia y el amor. Un día en tierra de Oriente...
El anciano
imperial acaricia su barba argentina con su mano enguantada de acero, y mira a
Rogerio, que, delicado y gentil como un San Jorge, se inclina, con la diestra
en el puño de la espada, y con exquisita arrogancia cortesana.
Dice el
ujier:
—Éste es
Aleón el marqués. La Galia le ha admirado vencedor, rigiendo con riendas de
seda su caballo negro. Es Aleón el mago, un Epífanes, un protegido de los portentosos
y desconocidos genios. Dícese que conoce yerbas que le hacen invisible, y que
posee una bocina labrada en un diente de hidra, cuyo ruido pone espanto en el
alma y eriza los cabellos de los más bravos. Tiene los ojos negros y la palabra
sonora. En las luchas pronuncia el nombre de nuestro emperador, y nunca ha
sido vencido ni herido. En su castillo ondea siempre una bandera negra.
Aleón,
semejante a los leones de los ardientes desiertos, pasa. ¡La princesa mayor,
vestida de rosado, clava en él una rápida y ardiente mirada.
Dice el
ujier:
—Éste es
Pentauro, vigoroso como el invencible Heracles. Con sus manos de bronce, en el
furor de las batallas, ha abollado el escudo de famosos guerreros. Usa larga la
cabellera, que hace temblar heroica y rudamente como una fiera melena. Ninguno
corre como él al encuentro de los enemigos y bajo la tempestad. Su brazo
descoyunta, y parece estar nutrido por las mamas henchidas de una diosa yámbica
y marcial. Trasciende a bestia montaraz.
La princesa del traje
azul no deja de contemplar al caballero tremendo que con paso brusco atraviesa
el recinto. Sobre su casco enorme se alza un grueso penacho de crin.
Del grupo de los que
desfilan se desprende un joven rubio, ya barba nazarena parece formada de un
luminoso toisón. Su madura es de plata. Sobre su cabeza encorva el cuello y denlas
alas olímpicas un cisne de plata.
Dice el
ujier:
—Éste es
Heliodoro el Poeta.
Ve el concurso temblar un
instante a la princesa menor, a la princesa Diamantina. Una alba se enciende en
el blanco rostro de la niña vestida de brocado blanco, blanca como un maravilloso
alabastro. Y el diminuto pájaro de carmín que tiene las alas tendidas, al
llegar una abeja del país azul a la boca en flor llena de miel ideal, enarca
las alas encendidas por una sonrisa, dejando ver un suave resplandor de
perlas...
Me podrías decir cual es su clasificación (Romántica, ficción, etc.)
ResponderEliminarmodernista
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