3 de febrero de 2012

El Duende Zeta


Mauricio Valdez Rivas

Una mañana Carolina despertó riéndose, sentía que algo le hacía cosquillas en las plantas de sus pies, escuchó una ricita y preguntó: ¿Quién está ahí? Descobijó sus piecitos y vio a un pequeño duende vestido de rojo que le hacía cosquillas con una pluma, éste le sonrió y le dijo:

—¡Hola Carolina! Vine a hacerte compañía.

— ¿Y tú quién eres? —le preguntó la niña sorprendida.

—Mi nombre es Zeta, y soy un duende amistoso al que le gusta hacer reír a los niños.

El duende sacó de su bolsillo polvo de hada y lo lanzó al aire, y muchas mariposas de todos los colores revolotearon por todo el cuarto, Carolina se reía y estaba maravillada de la magia del duende.

Las mariposas se desvanecieron y Carolina buscó a Zeta entre sus sabanas, por debajo de la cama, por todos los rincones de su habitación y no lo encontró, de pronto vio que una de sus muñecas de trapo comenzó a caminar sola, ella se asustó, pero pudo ver que era Zeta la que la sostenía por detrás.

— ¿Estabas invisible? —le preguntó Carolina.

—Sí —le dijo—, nosotros los duendes podemos desaparecer y hacer cosas estando invisibles, nos dejamos ver por los niños pero nunca por los adultos, pues éstos siempre nos quieren hacer daño.

Carolina agarró su muñeca, la puso en su lugar y dijo:

—Pero yo tengo que decirle a mi mamá que tú eres mi nuevo amiguito.

—¡No! —dijo Zeta—, guardemos este secreto, que esto quede sólo entre tú y yo.

Carolina no le hizo caso y le fue a contar a su mamá, pero por supuesto que su mamá no le creyó y esa noche cuando una vez más se disponía a dormir, de nuevo le apareció Zeta, esta vez se veía enojado y le dijo:

—¡No guardaste nuestro secreto!

Y se puso todo feo; los dientes se le salieron, sus uñas crecieron y se veía todo verde, sacó otra vez de sus bolsillos polvo de hada y lo sopló en la cara de Carolina, ella no podía respirar, Zeta se reía a carcajadas y de forma maliciosa, en eso aparecieron cuatro duendes más, éstos vestían de azul y rodearon a Zeta, lo agarraron con fuerza como que se lo llevaban preso y desaparecieron con él, sólo se escuchaba a Zeta gritar: Déjenme, no me lleven.

Después del silencio Carolina pudo respirar con normalidad y se puso a llorar, en eso su mamá entró corriendo a la habitación y la abrazó calmándola y diciéndole que había tenido una pesadilla.

—No mamá, no fue una pesadilla, era Zeta el duende de quien te hablé.

Las dos quedaron abrazadas por un largo rato hasta que la niña se durmió. Con el tiempo Carolina casi olvidó lo sucedido y hasta llegó a creer que realmente se trataba tan sólo de una pesadilla, lo bueno era que, ya sea en sueños o en la realidad, nunca más volvió a ver a Zeta, el duende malo.

Y es que por generaciones se ha creído que si un niño o niña lo desea, puede llegar a conocer a los duendes, sólo tienes que desearlo de verdad y preguntar en voz baja antes de dormir: ¿Duendes están aquí? Pregunta todas las noches y una de tantas, en cualquier momento, aparecerán los duendes jugando y haciendo travesuras bajo tu cama o entre tus sabanas, pero ten cuidado si te aparece un duende cuando tú no has llamado a ninguno y dice ser tu amigo, ese puede ser Zeta, no le creas nada de lo que te diga y mándalo a la porra.

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MORALEJA

♦  No toda persona que se te acerca y dice querer ser tu amigo, puede tener buena intenciones, pueden ser lobos vestidos de ovejas.

2 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. la verdad todos los cuentos nos brindan una maravillosa ensenanza y este me encanto

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