16 de diciembre de 2015

El pendiente


Mario Guevara Somarriba

El estruendo causado por el correr de los gatos sobre el techo de metal me sacó de mi estupor.

Era de madrugada, corría viento helado de diciembre que penetraba por las ventanas abiertas de la sala, pero yo no sentí frío. Caminé por toda la casa oscura. ¿Buscando qué?. No sé.

Solo caminé y caminé. Aparté las sillas que podían causar algún tropiezo, cerré las cortinas de las ventanas principales de un solo manotazo. Cerré bien los grifos para que no gotearan más y finalmente me fui a los cuartos de los niños para cobijarlos.

Pero, aún sentía que tenía algo pendiente.

Un murmullo me guió hasta el final de la casa. Me detuve al borde de la puerta que da al patio y miré mucha luz. Las conversaciones confusas no cesaban.

Forcé la vista pero era imposible ver el rostro de aquellas personas, solo se apreciaban luces de diferentes intensidades y colores escondiendo sus caras.

¡Oooooh por Diooooos…

Son fantasmas en mi patio! -pensé- mientras caminaba entre ellos, ahora si con desconcierto y mucho miedo.

Logré colarme entre ellos y comencé a entender sus palabras. Eran oraciones a Dios. Eso me hizo suspirar aliviado. ¡Ufff… por lo menos no se trataba de algo diabólico!.

En el centro de aquella loca reunión de seres hablantines había una luz más potente que subía sin tener fin. Ahí empecé a creer que no eran fantasmas, sino seres extraterrestres que decidían el futuro del universo en el patio de mi casa.

Avancé lentamente hacia la luz viendo a los seres sumergidos en sus oraciones interminables.

En el centro de la claridad potente una caja negra alargada. En el interior de aquel cofre personalizado estaba yo desconectado, apagado, opaco.

Miré hacia la luz y ¡Pum, pum, pum, pum!…


El estruendo causado por el correr de los gatos sobre el techo de metal me sacó de mi estupor.

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