16 de diciembre de 2015

Lejos del mundanal ruido

Adolfo Calero Orozco

Ya era pleno junio y ni una sola gota había caído del cielo para aliviar aquella tremenda sequía, tan tremenda que solamente la Jacinta decía recordar otra semejante, "y no tan pior", qué sé yo cuántos años atrás.

La Genie apenas hallaba agua para beber y quienes querían bañarse o lavar ropa tenían que caminar largos trechos hasta las pocas que todavía quedaban del Escalante, señalando el curso otrora caudaloso del río.

El Escalante mismo parecía un enfermo triste, lleno de diviesos, de arena surgidos en pleno lomo, enseñaba los lamosos pedruscos de su lecho como si hubiera enflaquecido hasta la extenuación. Con el mal invierno pasado y la sequía que le siguió, podía temerse que ese año ni los chichicastes iban a quedar verdes, Y a este venían a sumarse unos calores implacables que a ciertas horas del día se tornaban verdaderamente infernales, por cierto que la Baltita Maliés había cogido de pretexto los tales calores para andar tan ligerita de ropas que su abuela se pasaba el día reganándola, aunque la muchacha, como que no era con ella. En cambio, la Plácida, su madre, la defendía diciéndole a su llamada Suegra que tal vez fuera verdad que la Baltita no podía aguantar el bochorno, también a los animales los tenía medio locos la sequía, vacas, caballos, chanchos, perros, andaban enseñando las paletas y se mantenían junio a las casas, como queriendo meterse a buscar agua en ellas; las gallinas, aunque cacaraqueando sin ion ni son, como no comían, no ponían, y por las noches se oían lastimeros aullidos de manadas de coyotes sedientos salidos de los llanos costeños.

Una mañana corrió la noticia de que un "sendo" venado había amanecido caído dentro de la pila de "Santa María", la finca principal de la comarca, propiedad de Don Manuelito y fue lo peor que el pobre animal no pudo ni siquiera saciar su sed, ya que en el plan de la tal pila lo que había no era, que dijéramos, agua, sino un asiento de lodito mojado y un enjambre de avispas; al infeliz venado aquello le coció la vida, pues tras lazarlo en medio de una gran "samotana", lo destazaron en un santiamén. Una pierna fue directamente a "La Ceibita", que así se llamaba la finquilla de los Malteses fineza de don Manuelito para la hermosa Baltita, y aunque el animal no estaba nada gordo, al fin y al cabo era carne de venado y por eso y por venir de quien venía, el regalo fue muy bien recibido.

La misma famosa sequía había dado ocasión a múltiples bolas que rodaban entre los desocupados comarcanos. La más increíble era que Lolo Loáisiga había encontrado un tigre bebiéndose el agua de una batea, en la propia cocina de su finca y la más galante, que un sediento "gurrión" se había volado sobre la cara de la Baltita Maltés y le había metido su piquito en la boca, creyendo que era amapola. Desde luego, las muchachas de la vecindad antes creían el cuento del tigre más que el del gorrión, diciendo todas ellas que eran inventos de Leoncio Herrera, otro enamorado de la Baltita, como don Manuelito y como tantos más; sólo que mientras Leoncio era apenas un mozo bien visto de los mandadores y hasta "medio-bagre", aunque con fama de buena voz, Don Manuelito era el patrón de "Santa María" y a su vez hombre eorrido X gallo de muchos "alzos",
si bien  un santo  viejonzón".

Y así, entre el enflorar a los santos y ponerles candelas para que lloviera y los vaticinios de viejos que pasaban por entendidos en las cosas de tejas arriba, los días seguían deslizándose secos y calurosos en la Comarca del Escalante.

Solamente en las noches de luna, cuando soplaba brisa fresca y los coyotes no salían a aullar, las cosas parecían tomar un cariz menos aflictivo en las horas tempranas, la gente se visitaba, se celebraban novenas y rosarios de rogaciones y los grupos más animosos se aventuraban hasta las playas del Astillero, para bañarse en el mar. Ya noche adentro, los muchachos salían a "serenatear" a sus preferidas, y con la guitarra iban también las botellas "litreras" llenas de buena
''cususa'.

Bajo la caricia del maravilloso plenilunio tropical, junto a los humildes ranchos pajizo, varoniles voces campesinas entonaban canciones de amor y de querella; madrigalescas estrofas ensalzaban la belleza de la ingrata, que entre pobres cobijas, sobre su tapesco, suspiraba muy hondo y era toda oídos y trémolas sonrisas; "(alguna vez dejaba el lecho y venía a aplicar la oreja junto a la puerta para escuchar mejor no sólo las canciones, sino también la plática de sus amigos. Por esos ratos, la muchacha campesina no tenía nada que envidiar de nadie, tiernamente agradecida, su orgullo de mujer colmado, alejada de sus trabajos y miserias cotidianos, se sentía de veras muy feliz.

En tales ocasiones Leoncio Herrera se alzaba gallardo y triunfador como las notas de su canto. La música de su guitarra envolvía el rancho de "La Ceibita" en complicidad con la embrujadora luz de la luna, puertas adentro, la Baltita sentía que el corazón se le quería saltar fuera del pecho.

La serenata terminaba con alguna canción de despedida y el grupo de rondadores se alejaba, pero nuestra hermosa amiguita, inquieta ya de sí, perdía con la serenata has, fa la última gota de sosiego y ya no podía dormir más; soñando despierta, así cada ojo y boca-arriba, estirada hasta la rigidez, seguía oyendo los ecos de la perversa nuitarr11, confundidos con el silbar de los pocoyos y el graznar de las cocorocas, mientras su agliada fantasía la trasportaba muy lejos, a son rosados planes donde no había abuela, ni "lata" ni mama ni escobas, ni hachas, ni piedras de moleta planos luminosos donde le abrían sus brazos, Leoncio teniendo en la diestra su guitarra y Don Manuelito con un regalo en cada mano.

Una mañana, la abuela le dijo a la Plácida -"Niñá, vos no te fijás en esta muchacha. Yo la veo muy "entotorotada" y sí no llueve pronto, vas a ver que te hace la gracia antes de la otra luna". La Plácida le pasó la voz de alerta al marido, y él se mostró más curioso que alarmado, -"¿Y quién ''eres'' vos que la tiene -más ''mariada'', el Don Manuelito o Leoncio Herrera?".

-"Niñó, la cuestión es que ¿a cuál de los dos no se le hace ella un "alfeñique" ... ? Yo, "asegún" con quien la veo, porque cuando está con Leoncio es un ay-de-mí, y al regalón del Don Manuelito se la baila de lo lindo y ella le coge peinetas, ella le coge olor y ella qué no le coge ... ".

La plática se cortó con la llegada de Baltita, que traía en brazos un manojito de leña de madroño. Pero lo cierto era que no sólo en su casa sino en toda la vecindad se hablaba del asunto y la gente se preguntaba a cuál de los dos galanes prefería de veras la muchacha. Sus mejores amigas la orificaban y la tildaban de loca, diciendo de ella que era de las que gustaban un hombre para cada mano "y qué dicha que sólo dos manos tuviera"… y su querida primita, Engracia Maltés, agregaba que la Baltita estaba esperando que Leoncio tuviera finca grande o que Don Manuelito aprendiera a cantar y a tocar la guitarra.

-o-

Más sabe el diablo por viejo que por diablo pero si desde la fundación del Infierno hubiera habido también diablesas, a estas horas ellas sabrían aún más que los señores diablos. Y así bien poco después de los pronósticos de la abuela y antes de la otra luna, la Balita voló...



La abuela madrugadora fue la primera en dar la voz de alarma, asombrada no tanto de la  profetizada fuga cuando de no haberse dado cuenta de nada, ella, que alardeaba detener un dormir más ligero que el del alcaraván.

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