6 de junio de 2012

El hotel


Fernando Silva

Como era la última noche que iba a estar en Boaco, no tenía ninguna razón para llegar temprano al hotel adonde se había apeado. Entonces se anduvo recorriendo el pueblo. Fue al cine y después se quedó fresqueando en el parque, dándose cuenta al rato que ya casi nadie quedaba por ahí. Se vino entonces tranquilo al hotel; pero a esa hora, ya estaba cerrado, y para mayor tuerce, cuando se buscó en el pantalón se fijó que tampoco andaba la llave... El hombre empezó a golpear la puerta. Consiguió, a pesar de llamar varias veces, que alguien del hotel le viniera a abrir. Entonces sacó de su camisa el cuaderno que llevaba de su diario y se sentó allí mismo en el pretil de la acera y apuntó para no dejar fuera ningún detalle, lo que le estaba pasando esa noche. Leyó después lo que había escrito y tal vez cansado, se ha de haber quedado adormilado, sentado en la acera bajo el reflejo de la luz del poste del alumbrado que le cortaba la cara. Sintió algo así como frío, o más bien como un repelo, tal vez por el miedo de sentirse solo. 

—¿No será, tal vez que me estoy muriendo...? —se le ocurrió pensar.

—No. —Le dijo la muerte— Nadie se muere antes de tiempo.
 

—¿...ni yo, pues...?
 

—Ni vos tampoco, le dijo la muerte.

Eso también lo anotó en el cuaderno.
 

En ese momento alguien abrió la puerta del hotel; pero él como estaba ocupado escribiendo no dijo nada.
 

Esperó un rato todavía, cuando en eso, vio la muerte que pasó a la orilla por donde estaba sentado en la acera y entró al hotel por la puerta abierta.

—¡Ajá! —le gritó el hombre riéndose— ...entonces es por otro y no por mí por quién venís.
La muerte salió enseguida del hotel.
 El hombre la quedó viendo sin decirle nada, mientras seguía escribiendo en el mismo lugar adonde se había sentado. La muerte dio unos pasos adelante y se inclinó después, leyendo sobre su hombro lo que el hombre tenía escrito. 

—Corrija eso.. —le ordenó la muerte.
 El hombre puso el cuaderno sin entender nada. La muerte le agarró entonces la mano para hacerlo escribir lo que le iba a decir. 

—Escriba —le dijo la muerte— ...que el día de hoy 11 de marzo del año 2001, a las 2:00 a.m., ya no le quedan a usted más páginas adonde pueda seguir escribiendo.
 

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