21 de mayo de 2012

Leyenda de la campana de San Sebastián


(Recogida por Leopoldo Serrano)

Se cuenta, que allá por los tiempos del Capitán Pedro Gutiérrez y de los Motas y Salazares, traían procedentes de España una artística campana de legítimo bronce y de buen quilataje de oro, vibrante, sonora, fina, para la Iglesia de San Sebastián de Diriamba. Al atracar la embarcación a la playa, el Pacífico, que a veces no es tan pacífico, hizo zozobrar la embarcación en las vecindades del sitio llamado posteriormente “El Astillero”. 


Una parte de la tripulación pereció ahogada y otra se salvó. La preciada campana se fue al fondo del mar. Mas, San Sebastián, hizo el milagro de que manos misteriosas llevaran la campana a un sitio oculto, en la playa, que más tarde se denominó “El Mogote”, donde fue guardada la campana en una cueva, cuya entrada mira hacia el mar. 

Las olas embravecidas cuidaban y cuidan la entrada de esa cueva, donde la planta humana no osaba penetrar. Pero los vecinos del pueblo oían en ciertas noches un tropel de caballos que velozmente se dirigían fuera de Diriamba, hacia el mar. La imaginación popular divagando en aquellas noches oscuras, mientras rutilaban las estrellas arriba y el silencio se hacía  aquí abajo en la paz del poblado, completó la leyenda de la campana de San Sebastián. 


El tropel que se oía a deshoras era la cabalgadura en que viajaban Santiago acompañado de los ángeles que se dirigían veloces con la velocidad de la luz, hacia el cerro denominado “El Mogote”, a repicar la campana en honor del glorioso mártir y no son pocos los que la oyeron sonar en el viento que viene del mar.


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