Félix Navarrete
Cuando pasés por la caseta donde está el guardia,
pasá silbando, así no sospechará nada. Así le habían dicho al hombre. Llevaba
en sus bolsillos informes secretos de la revolución. Llevaba cartas, documentos
y mapas, dirigidas a su comandante. Aquella noche la luna brillaba duro,
rebotaba contra el follaje y las copas de los arboles. La vereda estrecha, como
un fino cuchillo de plata, se extendía antes los ojos del hombre hasta hundirse
en la lejana negrura de la noche. Cuando pasó frente a la caseta del guardia,
éste lo detuvo.
-Vas a pasar preso. . . le dijo el guardia,
haciendo un ademán con el rifle.
-Idiay... y yo porqué ? le preguntó sorprendido el
hombre.
-Pues... porque vas silbando -le respondió
malicioso el guardia. Aquella noche la luna brillaba duro.
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