28 de julio de 2014

En la tarde


Nadie pensó que moriría tan pronto, después de todo era el único sobreviviente. Cuando lo encontramos en la copa de un chilamate, de su pueblo sólo quedaban toneladas de lodo y el tufo a muerto.

Nunca, ni una sola vez contó sobre los rugidos del cerro o la angustia de su gente muerta bajo el aluvión.

Quizá la tragedia y la falta de familia lo hicieron un hombre precavido.

A la primera señal de lluvia dejaba el arado y buscaba refugio.

La señora señaló la banca lucia, brillante, llena de olores a tortilla y a sol. Se sentó entre dos hombres serios como muertos. Él sereno, como siempre con el perro entre las piernas. Nadie habló, sólo un rayo certero que al fin se lo llevaba.

Reclamó la lluvia lo que era suyo.

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