16 de abril de 2013

Del fin de los reyes magos


Jorge Eduardo Arellano

Soportaron las injurias de las madres judías. Habían provocado la degollación de todos los niños de Belén. Sólo el Niño escapó de la matancina, logrando huir a Egipto, oculto en una pequeña caravana. Con ella, los tres Reyes coincidieron con la familia prófuga en una encrucijada; jubilosos, olvidaron los puños crispados, los improperios, el clamor desesperante. José aún iba consternado y María daba gracias a Jehová.
En sus respectivos países, perdieron sus poderes. Melchor se introdujo en una mina de oro, de la que nunca saldría; Gaspar —no sin recibir en su rostro de sus criados una descomunal cantidad de incienso— se ahorcó. Y Baltasar, todo embadurnado de mirra, se lanzó desde la torre de un templo.

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