Juan Sobalvarro
Yo
no me pregunto nada y para qué buscar las explicaciones de la gente. En casos
de esta emergencia, llega una hora en que las explicaciones no sirven de nada y
no hay que andar con cuentos. De ellos yo sólo miraba que eran animalitos, en
eso me concentraba sin ver para otro lado. Y es que ese es mi trabajo, que
acaso no somos un “ejército profesional”, como dicen los jefes. Y yo soy muy
parejo con la causa. Además no es difícil, con la costumbre uno le pierde el
sentimiento a la lágrima. Como la vez que las pipilachas nos apearon en
Chontales, para mí, tierra desconocida, pero ahí ya nos tenían baqueano, un
hombre grandote y barbudo, que de la pereza no se aguantaba él mismo, cara de
inútil el jodido hombre, pero el final de cuentas, él era el que conocía el
mandado y nos llevó por esos montes, trocha arriba, trocha abajo, un día con su
coche y a la mañana siguiente paramos en un rancho y el hombre que nos dice,
“aquí es”, entramos en el mamarracho aquel, allí están un hombre con mujer y
niña y el baqueano que vuelve a decir, “éste es”, y el otro, señalado, apenas
tuvo tiempo para parpadear, “véngase hermano que vamos a dar una platicadita”,
le digo y la mujer que se cuelga del hombre para que no se vaya, pero el
hombre, frío, con cara de sentencia, la manda a su rincón y la niña sin aire
viendo hacia arriba las cabezas, imitaba el llanto de la mama y el baqueano
vuelve a decir, “¿Lo amarramos?”, ¡que no!”, le digo, “sólo es una platicadita
rápida” y el hombre, todo voluntario obedece, lo sacamos del rancho, lo metemos
en el monte y le digo al baqueano que se quede atrasito, paro al hombre de
frente por allá y le disparo, dos tiros y suficiente, con el primero ya estaba
muerto, el segundo lo disparé por instinto. Lo importante es hacer el trabajo
rápido, así sin pensar, uno se concentra en que son animalitos que caen sin
revuelo, como trapos de cocina en los que nadie piensa, si uno los ve así, es
más fácil y con la costumbre uno ya sabe que sólo se mueren y hasta pasan a
mejor vida.
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