11 de julio de 2007

Nos vemos


Esta mañana, luego de abrocharme mi camisa manga larga y ponerme el saco, listo para trabajar en la oficina, decidí cortarme los pulsos.

Ya lo venía pensando. Por eso primero me vestí, para que no me costara ponerme la ropa con las muñecas cortadas. Tomé el cuchillo de filetes y pensé si sería mejor cortarme las dos muñecas o nada más una. Pensé que si me cortaba nada más una muñeca podría realizar otras cosas, como conducir o escribir algún cheque. Así que escogí cortarme en mi mano izquierda, más o menos a la misma altura en la que uso mi reloj. Además, yo era más diestro cortando con la derecha.

Dejé el cuchillo junto al plato de cereal que desayuno cada mañana, me bebí un jugo de naranja y apagué el televisor con el control remoto. Estaba viendo primero las noticias, pero me aburrí y cambié al canal de deportes que estaba repitiendo el partido de fútbol de ayer.

Tomé las llaves, cerré la puerta de mi casa y me dirigí a mi carro. Era un modelo de hace tres años. Ya era tiempo de venderlo. Tomé la puerta con la mano izquierda, pero obviamente me dolió mucho, llevaba cortadas las venas. Me tomé el brazo ya entumecido, lo aparté y abrí el carro con la mano derecha.

Prendí el carro, puse primera, me despedí del jardinero y salí. Mi esposa todavía estaba dormida. Apoyé mi brazo herido en la ventana abierta.

Primera segunda tercera cuarta semáforo primera. El tráfico está horrible esta mañana. Ya son las ocho y cuarenta. Mi jefe me va a matar. Tengo que marcar tarjeta, y lo peor es que la oficina del gerente de personal tiene vista hacia la vía de entrada de personal. Si me llama, bueno, ya inventaré alguna mentira.

En el semáforo de ENEL compré los periódicos del día. Ya se me había hecho costumbre, aunque solo los ojeara para ver si había algún título fuera de la común, es decir, alguna buena noticia.

Conducir y leer el periódico no es muy fácil, tampoco recomendable. Con el brazo izquierdo apoyaba mi lectura y con el derecho cambiaba página. La tarea se complicaba con la sangre corriéndose y manchando el papel. La tinta se corría y las fotos tomaban un color rojo filtrado. No tardó en hacerse una masa pegajosa de papel empapado. Lo aparté, no vaya a ser me manche el traje. Apenas anteayer lo traje de la tintorería. Ahora mandar un traje a la tintorería es un lujo. Uno trabaja duro, pero este país no te da condiciones.

Por fin llegué al trabajo. No se ve el carro del gerente. Que bueno. Me bajé tranquilo, chapoteando todo el rojo del charco en el carro. Me pasé un pañuelo de seda, mi favorito, para limpiarme los zapatos. Este me lo regalaron el día de mi boda. Venía con un conjunto de saco, pantalón y camisa, y un chaleco también. Pero fue el pañuelo lo que más me gustó.

Pasé marcando tarjeta, pero la tomé con la izquierda, así que las últimas gotas de sangre la mancharon y no quedó legible la hora de entrada. “Mierda, ahora el gerente me descuenta el día como si no hubiera venido a trabajar. Mínimo me quita lo del papeleo de una nueva tarjeta de entrada.”

Llegué a mi oficina, recogí los memorandos del día y me cerré con llave la puerta. Prendí la batería de la PC, el CPU y el monitor. Cargué Windows, introduje la contraseña. Revisé mi mail, borré el correo chatarra y morí sobre el tecladoooooooooooo.

2 comentarios:

  1. jejejeje, Peñalba se va a sorprender de encontrar su texto por aca jajajajaja

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  2. Espero que sea una sorpresa agradable. Hay más cuentos buenos de Rodrigo, los cuales agregaré.

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