27 de enero de 2016

También

Rodrigo Peñalba Franco.
 
Cuando sale del baño envuelta en toalla se queda un rato frente al espejo. Con las manos se toma el pelo y se lo enrolla con otra toalla sobre la cabeza, dejando ver lo más posible su cuello. Se acerca al espejo y empieza a contar los lunares de su rostro. La mano que cuenta los lunares los va siguiendo en línea por su cuello hasta su hombro y de ahí al pecho. Deja caer la toalla y empieza a pellizcar cada punto sobre su piel pringada de pigmentaciones. Así, desnuda, extiende el tacto a toda la epidermis, juntando con sus dedos constelaciones sobre el busto. Se siente actriz de telenovela, personaje de fantasía, femenina de mitología urbana, Frida Kahlo o María Félix. Gira sobre la cintura siguiendo la vía pigmea, luces prendidas alrededor de su abdomen. Sus piernas extensiones, vías de ascenso hacia el centro. Lunares sobre toda su piel, toda llena de lunares, puntos, vectores, constelaciones, cicatrices, tatuajes, perforaciones, golpes, caricias, mentiras, cayos en el alma, sus puntos débiles, sus puntos fuertes. Con el espejo es cómplice. Trata de ver con los dedos lo que la imagen le promete. Se sigue a sí misma dando vueltas contra toda ella. Compara toda imperfección de la superficie, registra cada recuerdo de su extensión. El lunar del cuello que se repite en el pecho que se repite en su costado derecho que se repite entre sus piernas, siempre el mismo. Señal de nacimiento que nadie de los que han pasado por ella recuerda. Todos los hombres están ciegos y amnésicos. No saben quién es. Con sus dedos jugando en la tierra despierta sus protuberancias y profundidades, frente al espejo. Narciso sería humilde cristiano ante esta sacerdotisa. Su boca deja escapar sonidos telúricos, de tierra que ruge y se revuelca por dentro, montaña adentro, monte arriba, monte abajo, la estrella vespertina, lunares negros piel morena. El cuerpo húmedo secándose contra las sábanas. Pero ella no es icono de televisión. Ella es de las buenas, de las que van al cielo. Se masturba, y los hijos duermen tranquilos en el cuarto contiguo. No es feminista, eso es invento de las mujeres de ciudad, las mujeres de afuera, de las chelas. No es feminista, pero las mujeres de Monimbó también se masturban.
Libro de cuentos Holanda /1ª. Edición/Managua 2006

No hay comentarios:

Publicar un comentario