8 de abril de 2013

El vuelo del pajarito de dulce


Ovidio Ortega R.
 
A mi viejo pueblo se llega por un camino siempre fresco en la memoria. Sus casas, calladas de día, siempre cuentan historias cuando se hace de tarde.

En la casa de los Sequeira se cuentan historias desde hace más de cien años…

Su cocina, olorosa a miel de caña y leña seca, ha visto preparar desde siempre los dulces de melcocha.


Mientras la abuela Vilma amasa y el abuelo da forma a las figuritas de dulce, la pequeña Esmeralda imagina los lugares donde los mayores llegan a vender pájaros, armadillos, muñecas, canastas, flores y zapatos de dulce.


Un día, escuchando de su abuela sobre la alegría de las ferias, Esmeralda dijo entusiasmada: “¡Cómo me gustaría acompañarlos mañana al pueblo a vender figuritas de dulce!”


“Primero tendrías que demostrarme que sabes prepararlas muy bien”, contestó la abuela Vilma.


“Ah, y por supuesto colorearlas como lo hemos hecho siempre”, añadió el abuelo Alejandro.


Cuando todos fueron a dormir, la pequeña Esmeralda se quedó coloreando un pajarito de dulce que había moldeado con sus manos:


“Si resulta tan lindo como mis abuelos esperan, tal vez mañana me lleven a la feria.”


Y delineó sus ojos de dulce con el hisopo más fino hasta que le parecieron perfectos.


Esmeralda escuchó una música que venía del patio. “Es extraño, no es el gallo, aunque ya casi amanece”, dijo la niña entre sueños.


Al salir vio con sorpresa al pajarito de dulce entre las flores del jardín, y antes que pudiera decir algo éste le habló:


“No tengas miedo Esmeralda, vine a mostrarte los colores con los que podrías pintarme.”


“¿Cómo podrías hacerlo?”, contestó Esmeralda. “¡Si apenas tienes color en los ojos!”


“Sube a mi espalda”, la invitó el pajarito de dulce, “y te mostraré cuántos colores he visto.”


“Jamás he visto colores tan bellos”, exclamó Esmeralda, mientras volaban sobre las flores del campo.


“Siempre hay más colores que ver, si tienes paciencia”, dijo orgulloso el pájaro de dulce.


“Estos colores son los que quisiera dar a tu pico”, dijo maravillada la niña al ver las frutas maduras de la temporada.

“Siempre hay más colores que ver, si tienes paciencia”, repitió el pájaro de dulce.


Antes que Esmeralda pudiera decir palabra, al pasar por los árboles llenos de animales coloridos, el pájaro se adelantó a decir:


 “Siempre hay más colores.”

Zambullidos en el fondo marino, la niña se sorprendió ante los tonos del coral, estrellas, medusas y caracolas. El pájaro de dulce solo alcanzó a decir: “Blub – blub – club.”


Cuando aparecieron en el paisaje de la feria los vistosos trajes de los bailantes con toda la gracia de su movimiento, los caballos del carrusel, globos y algodones de azúcar, Esmeralda quedó muda de asombro. “¿Es posible que existan más colores?”, pensó la niña. El pájaro de dulce sonrió.


“¿Es posible que existan más colores?”, preguntó Esmeralda al pájaro de dulce en su viaje de regreso.


“Todos los que puedas imaginar”, contestó el pájaro.

“Todos los que puedas soñar”, alcanzó a escuchar Esmeralda al regresar del maravilloso viaje.

Los abuelos ya estaban camino a la feria cuando Esmeralda alcanzó a mirar por la ventana. “Esta vez tendré que quedarme”, pensó. “Por hoy tengo muchos colores que recordar para pintar mi pajarito de dulce.”

Y empezó a mezclar las tintas para sorprender a los abuelos con el más lindo pajarito de dulce que alguien haya pintado jamás.

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