7 de enero de 2016

De los modos de divertir al presidente aburrido

Sergio Ramírez Mercado

Un día en que amigos civiles y militares celebraban el cumplea­ños del Señor Presidente en una de las innúmeras haciendas de ganado que poseía frente al mar, después de servirse las viandas y pasados los brindis y discursos, se buscaba la mejor manera de disipar su aburrimiento, agasajándolo y divirtiéndolo, cosa en que ya los cantos y bailes bufos, piruetas, imitaciones y recitaciones habían fracasado.
   
Habiendo pedido ya S. E. la berlina para retirarse y estando dispuesta la escolta, al Ministro de Cultos se le ocurrió la feliz idea de iniciar un juego que con gran entusiasmo llamó de Guillermo Tell.
   
El Señor Presidente, explicó, utilizando un arma de fuego a falta de ballesta, dispararía sobre frutas dispuestas convenientemente en las cabezas de los invitados, que ocupa­rían por turnos el sitio de honor.
   
S. E. aceptó y el propio Ministro de Cultos, rubicundo y feliz, se ofreció para ocupar el primer turno, poniendo sobre su cabeza un mango que, solícita, su señora esposa le alcanzó. El jefe de edecanes presentó al Sr. Presidente, cuadrándose militarmente frente a él, una caja de armas, de la cual eligió una pistola Smith y Wetson, calibre cuarenta y cinco, mango de concha nácar.
   
Como podía esperarse, el tiro fue fatal y levantó al Ministro la tapa de los sesos. El mango cayó intacto al suelo.
   
Las honras fúnebres fueron solemnes.
(Tropeles y Tropelías, 1971)


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