Sergio Ramírez
Mercado
Oh, hijo mío –decía S. E., ya en la
ancianidad–, la decrepitud de mi mano me impide ya atesorar más de lo que tengo
y que te lego por entero; mas debes tener muy en cuenta que no hay fortuna sin
tesón ni riqueza que se haga sola. Ingenio, fortaleza, mano dura. He ahí las
claves del éxito. He cosechado, ya lo ves, para el sostén de mi vejez.
Azul índigo, añil, grana cochinilla, cal
viva, arena de río, café en cereza, algodón en rama, oro en polvo, plata
acuñada, perlas vírgenes, mantos de seda, brocados, incienso, mirra, azúcar de
panela, miel silvestre, cueros repujados, forjaduras de hierro, coronas y
diademas, hielo transparente, frutas y peces, aperos de bestia, ganado de
pezuña y ganado lanar, loros, pájaros y guacamayos, aves canoras y ruiseñores,
monos y oropéndolas, imágenes sagradas, maderas preciosas, pieles de animales
salvajes con su lustrosa piel manchada a trechos, pieles de víbora, carnes en
salmuera, aguardientes, vinos de mistela y melaza para ron, ataúdes y
catafalcos, rejas para portales y ventanas, piaras de cerdos, perros de
montería, semilla de flores, ornamentos sagrados, bulbos de lirios, mosaicos,
vidrios, tejas, lechos.
Plantaciones de cacao, de banano, de
palo brasil, de raicilla, de hule, de sorgo, de trigo, de tabaco virginia, de
café maragojipe, de caña, de verduras, de cebada; bosques de pinos, de cedro,
de robles, de álamos, de maderos, de caoba, de guachipilín, de chilamates;
pastizales y majadas; acequias, ríos, lagos y lagunas; estanques de recreo,
huertos y prados; valles, colinas, costas, ensenadas, radas; minas, salitreras,
caleras; hatos, aparcerías, barriadas, burdeles, colmerías, cuchitriles, tambos
solares, estancos, pulperías, baldíos, denuncios.
Dueño del agua y el jabón, de los
parques, de las plazas, de los instrumentos de labranza, de los instrumentos
musicales, de la lotería, de las funerarias, del carbón, del alumbre, de las
navajas de barbero, de los estoperoles, buriles, formones, plomadas; de las
forjas, de los fuelles, de los yunques; de las canteras, de los hornos, de las
herrerías; de los molinos, de las fraguas, de las acequias, de los arroyos; de
las hilanderías, panaderías, mercaderías y cordelerías; de fritangas y
estancos, de pulperías y cantinas.
Amo y señor de destaces, rastros y
chiqueros; de los caminos, de las sendas perdidas, de las vegas, de toda abra,
de todo atajo, de los campos, de los tremedales, de los perdederos, cascadas,
voladeros, precipicios, alturas, pendientes, despeñaderos, rocas selváticas y
rocas marinas, de las peñas altas, de los indios y de las madrigueras; del hilo
y de las ruecas; de las pócimas y de los relojes públicos, de las campanas, de
todo carruaje, de toda bestia de tiro, de toda bestia de carga; de todo animal
de asta, pezuña, pelambre o casco.
De las cadenas, de los grillos, de los
barrotes, de los chilillos, de las sogas, de los mecates, de las reatas;
cuchillos, dagas, palos, fierros, picotas, alambres eléctricos, alambres de
púas, bozales, cerrajes, llaves, llavines, fosos, focos, manoplas, púas,
punzones, tenazas, verduguillos, puñales, bayonetas, bombas, cañones, rifles,
ametralladoras, bazucas, tanques, carros blindados, aviones, granadas, gases
letales y de todas las balas.
Porque atesora quien cuenta con el
auxilio divino.
(Tropeles y Tropelías, 1971)
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