8 de enero de 2016

El Guiso


Fernando Silva
 
Mi tía Evangelina, me comentaba mi compadre Félix López que era una vieja embelequera; así, como si se tratara que ella fuera como un cuento.
 
Ella y mi otro tío, tío Ramón, siempre estaban ahí los dos juntos. Un día mi tío Ramón se enfermó él. Un médico que lo vio le dijo que en verdad lo veía mal y que debía de cuidarse mucho.
 
–¡Qué vaina fue eso para la tía…!
 
Me dijo el compadre Félix que eso les había preocupado mucho; pero hasta ahí, pues.
 
Como en otros días esa vez a la hora del almuerzo, tío Ramón, como lo hacía siempre se sentó a la cabecera de la mesa.
 
En un plato hondo se sirvió primero unas dos cucharadas de sopa de carne con yuca, dos tucos de quiquisque, culantro y también un huesito carnudito; luego en otro plato tendido se puso una ración de arroz, frijoles y unos dos pedazos de maduro frito.
 
Cuando se acercó la tía le dijo que no se olvidara del “guiso de pipián” que le había encargado.
 
Tranquila, la tía Evangelina se fue a la cocina a ver, y ahí se tardó porque tuvo que calentar el “guiso de pipián”, aunque de todas maneras se le olvidó ponerlo, porque además le faltaba traer algún bastimento; pero lo peor fue que al llegar a la mesa donde estaba comiendo el tío Ramón lo halló al pobrecito tronchado sobre la mesa.
 
Dice mi compadre Félix que cuando la tía lo vio se asustó mucho, levantando los brazos afligida y diciendo que eso le dolía muchísimo en el alma, y me agrega mi compadre Félix que así como estaba la tía Evangelina de atribulada le gritó al compadre:
 
–¡Qué triste es esto de Ramón, compadre Félix…; pero sobre todo me duele y lamento mucho el cuento de que el pobrecito de Ramón no se haya podido dar el gusto de comerse su “guiso de pipián”.
16/Junio/2013.

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