8 de enero de 2016

Nadie

Fernando Silva
 
Más de alguna parte tiene que haber adonde yo me pueda apear.
–¿No conoce usted… algún lugar? –le preguntó el otro a un viejo que estaba sentado allí en la acera de su casa, fresquiando.
–Aquí… –le contestó con toda tranquilidad el viejo.
–…pero que no vaya a ser caro –dijo el otro–, que yo ando escaso.
El viejo lo alzó a ver.
–No sé yo qué es lo que Ud. lo vería caro.
–…pues ni sé qué decirle; si Ud. me da una idea.
–¿Cómo le parecerían unos cincuenta pesos la noche?
–¿…y el día..?
–…todo…
–¿...con desayuno…?
–No, con desayuno; no.
–¿…tiene baño, si…?
–No.
–.¿..y?
–El baño está en el patio, con una pila.
–¿…y el excusado…?
–Allí mismo.
–…pero le ponen ropa a uno.
–¿No anda usted la suya?
–No.
–…pues no le resulta aquí, pues.
–Tal vez usted sabe de alguna otra parte.
–¿…como de qué…?
–No hay nada aquí; ¿qué hacen, pues, en este pueblo?
–Nada.
–Cómo que nada…
–Si algo le digo no me va creer…
El otro se puso incómodo.
–…pero me decían que aquí vendían piñas…
–En cosecha, sí.
–¿...y ahora...?
–Ahora ya pasó la cosecha.
El viejo se levantó de donde se había sentado. Una mujer que salía de adentro le ayudó a levantarse.
–Ese –le señaló el viejo al otro–.
–Cuál –le preguntó la mujer–.
-Ese de allí -dijo el viejo-; aunque tal vez ya se fue. La mujer se puso a reír de las frecuentes locuritas del viejo.
–No veo a nadie; a nadie –le dijo la mujer.
El viejo entró disgustado a la casa, gritando… ¡Nadie entonces, pues…! ¡Nadie…!
Las gentes que pasaban en la calle se quedaban paradas oyendo curiosas al viejo.
Y el viejo desde adentro seguía gritando:
–¡Nadie… Nadie…

 
15 / Junio / 2013.

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