27 de enero de 2016

Territorio

Rodrigo Peñalba Franco.
 
Hay ruido en mi cabeza. Un bosque, hojas apiladas por el suelo y el sol bajando. Sube la distorsión y el incendio cobija al bosque. Huyen los animales. Entonces construyen un cauce y arrojan 50 bolsas negras. Se llena la mirada de cenizas y carreteras a mis pies. Los cables trepan por los postes, llueve negro, oscuro, impaciente. Crecen y brotan, dejando escapar cigarras. Ellas trepan por las cortezas y cantan para la ciénaga urbanizada, paredes de fango con estructuras de acero. La gente se multiplica, cae de los árboles, salen de la tierra, aparecen por todos lados, suben a buses y se arrojan a precipicios o contra embajadas. Los animales de la selva se comen unos a otros, pero se arrepienten y van a misa. Tomo el ruido de mi cabeza y lo arrojo contra el suelo. El ruido estalla y parte al mundo en dos, apareciendo el cielo a partir del cielo. Una sala de conciertos.
 
Deseo ver el cielo limpio, libre de nubes, de aire, de cualquier materia. Sin nubes de lluvia que reflejen la luz de la ciudad, ni postes dibujando redes eléctricas. Ni edificios, muros o catacumbas. Olvidarme de los árboles, imaginarme una extensión perpetua de terreno barrido de elementos. Sin viento ni estrellas, luna o sol, sólo el contraste de una bóveda completa e impenetrable, incolora e invisible pero presente, el vacío. No habría lunas llenas ni estrellas vespertinas, o cuerpos celestes errantes confundidos por señales proféticas. Los cometas no están, jamás existieron.
 
Ninguna luz que descienda, sin atardeceres ni amaneceres. No es noche eterna mi deseo, la noche en que componen claros de luna, sonatas y moon rivers. Tampoco podría decir “quiero ser antes que la luz, existir en el momento que la luz fue separada de las tinieblas”. Esto es contrario, sucede en el tiempo, en la historia, no en el mito. Utopía. Terreno llano y extenso sin centro ni referencia, abandonado de toda vida, sin luz ni sombras tomadas por espectros. No estoy cayendo, tengo la tierra a mis pies, pero siento vértigo de las alturas, no sobre la que me siento, la superficie, sino del vacío que me cubre. Ni un solo fotón que lastime mi retina ni átomo que haga eco a mis llamados. Lo olvidaba, tampoco aire que alimente al sonido ni oxígeno combustible que alimente la fogata. Nadie a quien llamar, nadie que pueda escuchar, si se pudiera escuchar. En el territorio permanezco, sin referencias otras que el suelo que me sostiene y la memoria que me conjuga en tiempos pasados, verbo que es acción guardada en el recuerdo, verbo no escrito, no dicho, pero sentado como verdad, como hecho pasado.
 
The memory as a fact (factum, hecho realizado), and the fact as a product of a factory (facere, por hacer), and the factory a living machine, which I am (fac, hacer, imperativo). La vida es experiencia, y la experiencia conocimiento, imperfecto.
 
Del territorio absoluto que conozco en la memoria retenida, diluida en el tiempo. Con el pasado me formo, fac, me realizo y soy, no real, fictus, invención de mi pasado. Mi futuro me es enseñado en el pasado, se me dan los deseos que he de cumplir, la invención, el fictus que será el factum.
 
En el territorio no tengo campo en que ser. Abandonado en el tiempo en un espacio hecho a mí deseo, mi no lugar encontrado y presente no siéndolo. ¿Hacia dónde avanzo? ¿Avanzar crea alguna diferencia? ¿Diferencia a qué? Del norte voy al sur, sin estrella polar que señale el eje de mi ruta. No es deriva, pues la corriente tiene sentido y dirección. No tengo sentido. Mi no lugar me niega, no da marco en que retratar mis pasos, soy escritura en el lienzo impuesta sin tocarle, escritura trazada sin ser escrita, ausencia de yo, mi percepción describiendo mi percepción, empirismo, jamás realidad, tal no existe, sólo territorio y negación.
 
Siendo no soy. Paz. Desde atrás mi facere, fac infinitivo (sin fin), factum nunca completo, facere progresivo, fac nunca factum, realizándose, no definitivo (no finalizado, abierto, no cerrado). El territorio presente ausente, fictus fingiendo ser factum. El territorio no existe, la paz no se realiza. El deseo acaba, el espacio cede y los átomos toman su lugar, el horizonte aparece y los colores se abren azul oscuro desde el suelo. El llano rompe su extensión y crece hierba nueva como vello facial adolescente sobre formas suaves de terreno, olas meciendo colinas, marea que lleva la primera brisa tocando los nervios abiertos. Volteo sobre mí mismo y me rodea el bosque, árboles que se esconden entre sí, caminos que se dibujan. Giro de nuevo, y me veo dormir. Nubes. Un salón de conciertos. Sin público, y las cigarras ensayan.
 
Mientras duermo veo que las hojas me cubren. Me siento a mi lado y concentro en el sonido del bosque. Soy contiguo yo mismo; fictus nunca factum. Me levanto y limpio de hojas mi cuerpo que yace. Una proyección que limpia a su proyector. Soy un cuento que se narra a sí mismo: “Hay un ruido en mi cabeza...” A pesar de mis esfuerzos la maleza me cubre. Solo quedan las palabras.


Libro de cuentos Holanda /1ª. Edición/Managua 2006

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