Western Eyes vive en Bristol. No tiene domicilio ni
dormitorio, ni se le ha visto dormir, nadie supone que lo haga, o que tenga una
cama, o al menos un techo. Pero vive en Bristol, igual que el río Avon. Es
británica.
El Avon tiene meandros, que es lo más cercano a
conseguir que éste fluya a la inversa, y de hacerlo, el río se llamaría Nova,
no Avon. Incluso ha logrado dividirse en dos secciones mientras cruza Bristol,
The Oíd Cut, y The New Cut, pero la novedad no estriba en que fluya contra
naturae (lo cual no hace), sino en la sana costumbre que tiene la gente de
nombrar a los objetos tal y como la percepción les permita. Mera convención.
The oíd cut fluye a través del centro histórico, justo frente al Castle Park, The
Oíd Market, The Oíd City, bordeando Queen Square. Western Eyes jamás es vista
por esos lados. Dígase lo mismo de la estación de tren, o del aeropuerto. Vive
de noche, entre bares hacinados en sótanos y baños públicos devenidos en
moteles. Sin ley ni norma, entropía pura, el estado natural de las cosas. Es
del New Cut, Temple way con Redcliffe Way, conectando de Redcliflfe Hill,
Clarence Road, The York Road, del centro, pero subterránea, bajo los puentes,
en la calle, la alcantarilla también.
En verano Bristol se encuentra visitada por miles
de familias celebrando su estatus social. Consumismo absoluto y sin
restricciones, vacío. La excusa del Brit Pop, having sex with common people,
like you. No las soporta. Western Eyes se detiene en verano, y piensa que puede
revertir el curso del río nadando contra el río, contra ella misma. Deshacerse
de ellos. Si detuviera al río aunque fuera unos minutos, piensa, podría hacer
desaparecer a Bristol. Eso cree ella, es certeza lo que tiene, pero no lo sabe.
Tiene fe, pero no certeza. Sin embargo, tiene razón, si nadara hasta detener el
río, Bristol dejaría de ser. La ciudad, piensa Western Eyes, ha muerto hace
mucho, sin saber que es cierto. Se sienta, observa los puentes sobre el Avon,
las líneas férreas seguir, seguir más, y las carreteras llegar de todos lados,
enumeradas y dibujadas en mapas para que todos vengan a ver, a comprar, a hacer
lo mismo que hacen en sus casas, en Bristol, ellos los automáticos. La ciudad
toda está anunciada y puesta en fotografías. Hasta uno mismo quisiera vivir en
esas fotografías. Bristol, piensa Western Eyes, tiene río todavía porque es
demasiado grande para quitárselo. No hace falta robarse el río si se toma al
tráfico del mismo; digamos, a como Liverpool y Glasgow se quedaron con el negocio
de esclavos, por el que ahora ahí tantos extranjeros.
El estado natural de las cosas es una apreciación
de Western Eyes, pero es la verdadera. La clase media imita y vive de la
imagen. La clase media se mofa de los desamparados haciendo obras de caridad.
Proletarios de alto poder adquisitivo, comunistas criados en París. Bristol es
la clase media. Un zoológico, 300 especies drogadas para entretener.
La clase media olvida en Bristol, clase media
convertida en souvenir, divisa de cambio. La carne blanca sabe mejor.
El estado natural de las cosas tiene un cielo de
color gris que entre los ingleses es llamado azul. Entre la gente camina, piel
gris ojos huecos, Western Eyes. Fuma y respira por los poros, anfibia. El
sistema nervioso le ha crecido en pelo negro azabache. Cuando habla no hay
sonido, pero es escuchada. Su cuerpo absorbe la vida de quienes ella deje que
jueguen con su entrepierna. Las fantasías de soles de medianoche y
alucinaciones con mariposas de concreto ya no sorprenden. Tampoco sus amantes.
Los devora uno a uno, tirando los restos en bolsas plásticas en desagües de
alcantarilla. Guarda los cráneos. En Western no hay alma, pero si deseo,
urgencia por revertir el Avon. Podría construir una presa con los cráneos,
desviar el río sobre la ciudad, anegarla, lograr que el agua se estanque y se
pudra, borrando a la ciudad, sedimento que se lleva la corriente. Hundirse en
el fango, descubrir su piel entre el lodo y respirar del sol que juega entre
sus dedos. Es un fango extraño, sucio; lleno de sedimentos industriales
arrojados al río y restos de británicos deshechos entre sus dientes.
El futuro es fango, y nosotros seremos cadáveres
apilados unos sobre otros. Seremos nada, aún más nada que ahora pensamos ser.
Western devorará a todos los británicos, cráneos para su colección. La
salvación de todos es Western Eyes. Ella se detiene y observa, nada más lo
hace, solamente sigue, como sedimento, corriente abajo, al olvido.
Libro de
cuentos Holanda /1ª. Edición/Managua 2006
No hay comentarios:
Publicar un comentario