Sergio Ramírez Mercado
S. E. fue abogado antes de asumir los más altos
poderes de la nación. Se graduó en una obscura Facultad de Leyes de provincia y
antes de obtener el título fue rábula, copiador de sentencias, amanuense, peleador
de gallinas, secretario de juzgados penales, defensor de la Iglesia en litigios
por fundos y aparcerías que se llevaban y discutían en estrados usando la
lengua latina.
Ya con el título en la mano, hundió en calamidades
a gentes rústicas, arruinó a familias enteras, se apropió de heredades,
desahució a cientos de colonos y precaristas, borró caminos medianeros, usurpó
derechos de viudas, su fortuna la amasó a base de despojos e hipotecas y la
cuantía de sus bienes podía medirse por la cantidad de pleitos judiciales que
logró ganar con prevaricatos y sobornos.
Ejercía su profesión en una ruin habitación cuya
puerta exterior permanecía cubierta de cédulas y citatorios en papel sellado.
Los clientes esperaban en sillas de mimbre desfondadas y las posturas de las
gallinas, que se paseaban libremente por el cuarto, aparecían entre los
expedientes apilados en las esquinas, pues los armarios y las vitrinas
rebosaban ya de folios y protocolos.
Los litigantes le exponían sus casos en altas y
claras voces, para que él oyera desde arriba, oculto como permanecía en un
entrepiso. Con golpes de un bastón transmitía en clave las respuestas a las
consultas y daba sus instrucciones al secretario. Los escritos, títulos y
alimentos se los izaban en una canasta de mimbre.
Nunca se hizo cargo de juicios penales pues temía
presencia de la sangre y odiaba a los asesinos, sobre todo a aquellos que
ponían saña en mujeres y niños y fue por eso que sus leyes, siendo ya Jefe de
Estado, fueron implacables para con los homicidas y para los ladrones, los
violadores, los que asaltaban en despoblado y en cuadrilla, para los perjuros y
los que de acción o palabra ofendiesen a sus madres.
(Tropeles y tropelías)
No hay comentarios:
Publicar un comentario