2 de febrero de 2016

Del proceso del león

Sergio Ramírez Mercado

El proceso del león duró catorce meses, al cabo de los cuales la fiera fue condenada a muerte pero al final salvada por un decreto presidencial de amnistía que cubrió también a reos de delitos comunes.

El león era un reo político.

Sucede que en los jardines de la casa presidencial había una jaula de barrotes plateados, donde el león vivía desde que siendo un cachorro fue obsequiado a S. E. por un grupo de amigos el día de su fecha natalicia. El león creció allí enjaulado, allí desarrolló su melena y su gran apetito pues devoraba una res entera a diario.

Un día el jefe de la policía de seguridad, que era hombre muy sagaz, descubrió que el león podía ser un magnífico instrumento para obtener confesiones y mandó que se construyera una estrecha jaula a la par de la que ocupaba la bestia; allí comenzaron a meter a los presos políticos remisos a prestar confesión a la par que dejaban sin comer al león. Los presos se veían obligados a permanecer día y noche en guardia, replegados contra los barrotes para evitar los terribles zarpazos.

Sucedió que uno de los presos se durmió y fue devorado por el león, lo cual llegó a oídos de los organismos internacionales humanitarios, como la OEA, la SIP, etcétera, cuyos boards pidieron a S. E. una investigación y éste, muy extrañado por tales hechos repugnantes a la idea de civilización, mostró su indignación mandando procesar al león.

La vista en el consejo de guerra fue muy complicada y el león contó con una experta defensa, ya que personas no a identificadas le buscaron los mejores abogados criminalistas de república; así y todo fue sentenciado a muerte, pero en un gesto magnánimo S. E. le perdonó la vida como ha quedado relatado y se le dio el jardín por cárcel para toda la vida.

Pasado el tiempo el león fue apermisado para salir de su encirerro y andaba por entre las gentes, lamía las manos y los pies y si algo le daban estaba contento. Y en una de sus andanzas, se encontró con el testigo de cargo de su juicio y lo devoró, lo cual provocó un nuevo consejo de guerra y así sucesivamente.
(Tropeles y tropelías)

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