Alejandro Bravo
(del
libro Baile con el diablo y otros cuentos)
La expresión de la
cara del hombre era de pura congoja. En el eco de su voz sonaban los acordes de
un tango “al final se me va a morir este hijueputa” pensó el diputado. Mirá
Carlitos, me hiciste quedar muy mal, yo te conseguí el puesto en atención a la
amistad que tuve con tu papa, pero no fuiste a la manifestación y con justa
razón te corrió el Administrador de Rentas. Vos sabés que el Partido casi no
jode, te quita el cinco por ciento del sueldo para las actividades que hay que
realizar, no tenemos el montón de reuniones, con el que otra gente pierde el
tiempo soñando que van a echarnos del poder, pero cuando el General convoca, no
hay tus-tús ni mica flaca. Todos tenemos que ir. Todos son todos. Hay que
demostrarle al mundo que Nicaragua es SO-MO-CIS-TA. Que las pancartas de Somoza
forever otro never, no son palabras de la boca para fuera, que lo sentimos de
corazón, jodido. Y no sólo no fuiste sino que te vieron todo sucio, arrastrado
entrando al pueblo al día siguiente. Y todavía tenés la caradura de venirme a
decir que hable por vos para que te den el puesto otra vez. Qué cáscara!!
Mire don Tomás, las
cosas no son como parecen. Yo sí fui a Managua. Estuve gritando en la
manifestación como el que más, hasta ronco me quedé del VIVA SOMOZA a
cada rato. Puede preguntarle a cualquiera de los que íbamos en los dos buses
que alquiló el Partido. Salimos de madrugada para juntarnos en Juigalpa con los
demás liberales de Chontales, usted cree que vamos a dejar que Don Alceo
quede mal ante el Jefe. Aquello era un hervidero de gente en la carretera a las
seis de la mañana, los vendedores haciendo su agosto a la orilla de los buses,
vendiendo tortilla con cuajada, gaseosas y hasta pollo frito. En cada bus iban
tres mantas SOMOZA=MÁS VIVIENDAS, la otra decía AQUÍ SOMOZA ES EL JEFE y la que
yo llevé por una media hora decía eso mismo que Usted mentó hace ratito: SOMOZA
FOREVER OTRO NEVER.
Para que vea que no
le miento, en el mismo bus que yo, iba aquel Varguitas flaco alto, más chavalo
que yo, Alejandro creo que se llama y Noel Rivas, un granadino que tiene fama
de pueta y da clases en el Instituto. Con ellos fui chiliando y jodiendo todo
el viaje hasta llegar a Managua. En el empalme de Boaco esperamos a los buses
de allá y cuando nos juntamos éramos como cuarenta buses, una caravana que
metía respeto, toda llena de banderas rojas, había mantas amarradas al costado
de los buses, ingeniosos los boaqueños, nada de dundos como los jode la gente,
mantas que decían BOACO ES LIBERAL, otras VIVA SOMOZA!!!
Cuando llegamos a
Managua, los buses se quedaron cerca de la fábrica de la Pepsi, en la carretera
norte. Allí nos organizamos por departamento y por pueblos, tomamos las mantas
y las pancartas y a contestar a pleno pulmón las consignas que iba lanzando
Oscar García, el panadero, que era el que llevaba uno de los megáfonos.
Así en orden fuimos entrando a la Plaza de la República. Yo nunca había estado
en Managua, a los más que había llegado era a Juigalpa, iba viendo las casonas
de dos pisos de la calle El Triunfo, el rótulo del cine Salazar que decían que
competía de noche en materia de luces cambiantes con el del cine Margot,
alguien dijo que por allí cerca de donde íbamos, quedaba la estación central
del ferrocarril, cerca del hotel Estrella donde usted nos cuenta que se
hospeda, que de paso le digo que me quedé con las ganas de conocer, vi la
Catedral que me pareció majestuosa a la par de la parroquia de Juigalpa, otro señaló
la marquesina ondulante del acristalado restaurante El Eskimo “el mejor
de Nicaragua” dijo con orgullo como si fuera cliente viejo de allí, no le
dijo otro, no puede ser mejor que los Gauchos, que es del General.
Entramos a la plaza
por el mejor de sus ángulos, entre el Palacio Nacional y la Catedral, pasamos a
la orilla de la tarima donde estaba el Hombre vestido de guayabera, pañolón
rojo al cuello, sombrero tejano que agitaba para saludar a toda su gente, que
gritaba vivas y vivas. En esos vivas se vivaba también a su Padre, el
Pacificador de las Segovias, el que trajo el progreso a Nicaragua, se vivaba a
su hermano el demócrata, que supo manejar este país sin que aquí se desatara
otra guerra civil desde el desgraciado momento en que asesinaron a Tacho Viejo
hasta entregarle el poder al que ahora lo ejercía, Tachito, el vivo retrato de
su padre, el Excelentísimo Señor Presidente de la República, Jefe Supremo de
las Fuerzas Armadas, Gran Maestre de la Orden Rubén Darío, Gran Maestre de la
Orden Miguel Larreynaga, Presidente de la Junta Directiva de LANICA, Presidente
de MAMENIC LINE, Presidente de Central de Ingenios y Anexos, Presidente de
Hilados y Tejidos El Porvenir, Presidente de Canal 6 y Estación X, Presidente
de la Liga Mundial Anti-Comunista, Huracán de la Paz, distribuidor de los
vehículos Mercedes-Benz en el país, el que iba anunciarnos hoy que por
obra y gracia suya los gringos habían accedido a abrogar el humillante Tratado
Chamorro-Bryan por el que los cachurecos habían regalado a los Estados Unidos
los grandes lagos, las dos Corn Island, el río San Juan, el golfo de Fonseca y
el istmo de Rivas. Es cierto que el General era el mejor amigo de los Estados
Unidos en la región, pero la cosa no era para tanto y cuando se firmara la
derogación del Tratado, Nicaragua alcanzaría una Segunda Independencia y el
General se convertiría en un prócer nacional de la talla de los que nos
emanciparon de España.
Habló Don Alceo en
su calidad de Presidente de la Junta Nacional y Legal del Partido, todos los
chontaleños sacamos pecho, será León la cuna del liberalismo y el lugar donde
nació el Jefe, pero es un chontaleño el que mangonea el Partido siguiendo por
supuesto las órdenes y los más recónditos pensamientos del General. A cada rato
interrumpía un locutor de Estación X para gritar con voz engolada QUE VIVA
SOMOOOZA!! VIVA EL PARTIDO LIBERAAAL!!! Don Alceo le recordaba al
pueblo el atraso que vivió con otros gobiernos y el desarrollo que se había
alcanzado con los Somoza y el liberalismo. Rememoró el oscuro momento de la
entrega de la patria a los intereses extranjeros y dibujó con su discurso el
perfil de estadista y demócrata del General, su amistad con los Estados Unidos
y su calidad de paladín en la lucha contra el comunismo internacional que hacían
de Nicaragua un bastión de la libertad, los brazos abiertos para todos los
hermanos cubanos, que huyendo de los horrores del castro-comunismo habían
encontrado en esta Patria de Darío una tierra de promisión, un segundo hogar.
Iba yo a pegar mi
grito de VIVA SOMOZA cuando Manuel Suazo, el flaco que es contador en la renta
de Juigalpa, me hizo de seña con el puño derecho semi-cerrado y el pulgar
enhiesto meneando el brazo de arriba para abajo, que nos fuéramos a echar un
trago. Yo levanté los hombros preguntando ¿dónde? y el flaco indicó
estirando los labios dos veces que mirara hacia la esquina sureste del parque
central, allí estaban repartiendo bolis.
Ladeando la cabeza
le dije “los juimos” y abandonamos el puesto de soldados del liberalismo para hacer
fila detrás de unos campesinos de Matagalpa, nos dieron a cada uno dos largos
tubos de plástico transparente con un líquido coloreado de verde dentro. Lo
sacaron de un barril metálico cortado a la mitad y con hielo. Eso en la vida
diaria es agua dulce con saborizante y es la barata delicia de los niños en
estos trópicos, pero en jornadas electorales o políticas lo que lleva es
aguardiente de caña, teñida con anelina para aparentar que es un bolis, pues
nuestras leyes prohíben que en esos momentos de la vida democrática se
distribuya licor. Pobres Padres de la Patria, cómo se les ocurre que la
política de Nicaragua se hace con el cerebro frío.
Con el par de
mameyazos entre pecho y espalda oí al General que empezaba a hablar, hacía el
recuento de los desvelos de su gobierno por el desarrollo de Nicaragua, la
cantidad de nuevas escuelas que se habían abierto, las exportaciones en auge,
miles de nuevos puestos de trabajo, zonas francas que se instalaban en el país
aumentando la inversión extranjera. Todo eso lo querían arrebatar los
comunistas y sus corifeos del Diario La Prensa, que haciendo el juego al
dictador de La Habana querían extender la Cortina de Hierro por estas tierras
benditas de Centro América, pero para eso estábamos aquí los liberales, soldados
de la democracia, para detener a esos nuevos bárbaros, por eso los Estados
Unidos, reconociendo los méritos de su gobierno, estaban dispuestos a abrogar
el ominoso Tratado Chamorro-Bryan que entregaba el suelo patrio a nuestros
vecinos del norte. Esto sería como una segunda independencia.
Las palabras del
General, le juro don Tomás, que me inflamaron la vena patriótica y me fui con
Manuel Suazo a hacer fila nuevamente por otro par de bolis. Ese guaro es del
bueno, no como el que venden allá en el pueblo que lo bautizan con agua
destilada y se tiene uno que meter como ocho riendazos de a peso, en unos
vasitos altos y flacos, para que medio le llegue a uno el trago. Con cuatro
bolis ya me se aflojaban las canillas, como esa canción Llegó borracho
el borracho de Lalo González “El Piporro” donde el cantinero le dice
al borracho “aquél que doble las corvas le va a costar su dinero.” Así estaba
yo ya. Ni sabía dónde estaba la gente de Santo Domingo en aquél gential de la
plaza que se me antojaba el doble de la que había. Oía la voz del General, pero
no me enteraba de lo que estaba diciendo.
Sentí entonces el
olor de los nacatamales, como esos dibujos animados que ven los chavalos en la
televisión donde un ratoncito es atraído por el olor del queso y se va flotando
en el aire llevado por el olor, así, le juro don Tomás, que me llevó el aroma
de los nacatamales. Ya no pensé en encontrar a mi gente para marchar hasta el
bus que nos traería de regreso, se me olvidó firmar la planilla de asistencia a
la manifestación. Me fui detrás de un buen nacatamal, pensaba en la bocanada de
aroma que sólo para mí sería en el preciso momento que abriera las hojas de
plátano que lo envuelven y en el momento sagrado de probar el primer bocado de
la masa de maíz, plena de achiote, con un toque lejano de naranja agria,
hierbabuena y chile, para escoger un trozo de cerdo en el siguiente bocado,
sentir cómo invade todo el paladar para rematar luego con masa de maíz con algo
de arroz y adentrase unos diez minutos en la degustación de todo el aliño y
quedar satisfecho, pleno, relajado como unas cuatro horas, tiempo mínimo para
hacer la digestión.
Cuando me dieron mi
nacatamal con su buen bollo de pan, en un plato plástico que llevaba impresa la
foto del General sonriente, Sonrisal le dicen los envidiosos de la oposición en
alusión a un polvo para la mala digestión que así se llama, también me dieron
dos bolis de guaro. Me senté en una acera, en una calle cercana al Parque
Central de Managua, me comí mi nacatamal, me tomé los otros dos jicarazos y no
supe en qué momento me quedé dormido.
Vaya pensó el
diputado, tango no es la música de la desgracia de éste, es Palo de Mayo. Los
caribeños cuentan un suceso triste con una música alegrísima como Judith
dronwded, se ahogó Judith. Vamos a ver qué otras mentiras me quiere meter. Ajá
Carlitos, así que te dormiste bien mamado en las calles de Managua. Que pasó
después, ya me intrigastes.
Me despertó una
patada en las costillas, voltié a ver para arriba, con un gran dolor de cabeza
de la goma y la boca reseca. Era de tardecita. A la orilla mía estaba una de
esas camionetas nissan de la Guardia, tienen como una jaula encima de la tina,
en Juigalpa la gente le dice la zaranda a la que hay. Montáte borracho que
estás ensuciando la capital, me dijo el más perrito de todos los guardias que
me rodeaban. Me levanté y traté de explicar que yo no soy borrachín, que soy
empleado público y correligionario liberal, pero la culata de un rifle garand
aplicada con fuerza en mis riñones me impidió hablar. Pasá me dijo una voz, te
lo dijimos a la buena pero ustedes solo a vergazos entienden. Y después dicen
que la guardia es mala!!
Me llevaron al
Hormiguero, la central de policía que está frente a la Academia Militar. Allí
un sargento me hizo una ficha y me dijo que me detenían por E y E. Dentro de la
oscura celda maloliente donde pasé la noche con treinta presos más, me enteré
que en la jerga guardiera eso significa Ebriedad y Escándalo, cual escándalo si
los únicos gritos que pegué en Managua fueron los de vivasomoza. Como no tenía
para pagar los veinte pesos de la multa me condenaron a una semana de obras
públicas.
En la madrugada
llegó un tenientillo que nos sacó a todos los de esa celda al patio y
pidió que levantáramos la mano los que habíamos estado en la manifestación del
General. Toditos los treinta. Éramos de distintas partes del país y la
historia de todos y cada uno era la misma. Por el bolis y el nacatamal nos
habíamos perdido y ahora todos sucios, derrotados y enchironados no teníamos
plata para regresar a nuestros pueblos.
El tenientillo dijo
que agradeciéramos al General que nos mandaba a poner en libertad sin pagar la
multa, pero que algo bueno teníamos que hacer por la ciudad capital, nos dieron
unas grandes escobas, un carretoncito de mano y nos sacaron con un guardia que
nos cuidara a barrer la Avenida Roosevelt.
Cuando nos dieron la
orden de salida me acordé que usted don Tomás, siempre me dijo que si
algún día llegaba a Managua y me perdía, que buscara a los bomberos. Le
pregunté al guardia del portón y éste me indicó cómo llegar. Allí les conté que
era de Santo Domingo y que estaba perdido, me prestaron el teléfono para llamar
a su sobrino Alvin Salinas, es al único que conozco de su familia que vive aquí
en Managua. Pregúntele si es cierto todo lo que le estoy contando. Ese chavalo
es serio, no me dejaría mentir. Me dijo cuales buses tomar para llegar hasta
Ciudad Jardín dónde viven, un bombero me regaló los cinco reales de los
dos buses que tuve que tomar, con más miedo que otra cosa. Alvin me regaló un
pan dulce y una gaseosa para que comiera algo y me dio para el pasaje hasta
Santo Domingo. Por eso me vieron entrar todo sucio y derrotado al día
siguiente.
Mire don Tomás, lo
que soy yo no vuelvo ni a probar esos bolis, ni a comerme un nacatamal en mi
vida. Ahora que sabe la verdad no me deje morir, con un telefonazo suyo me
vuelven a dar el trabajo, mi pobre mama depende mí desde que enviudó y
mis hermanitos también, hágalo por la amistad que tenía con mi viejo. Usted es
diputado, todo lo puede. Somos correligionarios, no sea malo don Tomás.
El hombre se sonrió.
La historia estaba como para uno de esos cuentos del italiano Boccaccio. Cierta
o nó se había divertido un buen rato con las peripecias de Carlitos López.
Quedó viendo la cara compungida del muchacho y le dijo volvé mañana, voy a comerme
un nacatamal para pensarla.
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