Mario Urtecho
A veces,
desde la quebrada, una voz se acerca susurrando mi nombre. Entra a la casa en
penumbras, avanza por el corredor, espanta al perro, cruza por la sala, se mete
al cuarto, se acerca a mi cama, salta desde el borde de mi oído y se sumerge en
las intangibles ondulaciones de mis sueños.
Desde otra
dimensión de la vida acudo a su llamado. Dormido o despierto, no lo sé. Salgo
de la cama, dejo el cuarto, cruzo la sala, avanzo por el corredor, abro la
puerta y me dirijo a la calle, donde tiritando bajo la brisa de la madrugada me
encuentro... ¡esperándome!
Cuántas
veces se repitió ese sueño, o cuántas veces desperté en la calle, no lo sé. Lo
que sí supe fue que terminaron la misma madrugada en que desaparecí de la vieja
fotografía tomada con los gitanos en Santa María del Mar y nunca supe para
dónde me fui.
Ahora,
repasando recuerdos 20 años después de muerto, no tiene caso buscarle
explicación. Lo cierto es que algunas noches me acerco a la casa, avanzo por el
corredor, asusto al perro, entro al dormitorio, me acerco a la cama y desde
allí me veo durmiendo y, susurrando mi nombre, me llamo y me miro salir a la
calle donde tirito de frío bajo la brisa de las penumbras de la madrugada.
Feb/25/95
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