Fernando Silva
Nada
de embarcación?
-Nada
amigo, tal vez en la larde
-No
creo
-Tal
vez amigo, tal vez -repitió el otro
-¡Ojaló,
pues! -dijo don José
El
otro iba con una vara de pescar y un saquito, pero se quedó parado, malicioso, viendo
a don José que
iba al atravesando la calle, después la acera y entrabaa la pulpería que
quedaba a un lado.
-¡Ehs!
-se dijo el otro. Esperó un rato allí y después se fue al muelle a pescar.
-¡Buenos
días! ¡Buenos días! ¿Que no hay nadie que despache?
-¡Ai
va! ¡Ai va! -gritaron de adentro.
El
ruido de los platos en la cocina y el olor de la manteca frita se venían hasta afuera.
Una
vieja salió por una puertecita del fondo. La vieja alzó la vista para ver quién era. Y se asustó, pero pudo
disimular agarrándose el delantal con las
manos.
-¿Qué
quería, don José? -le preguntó temblándole la voz.
-Que
si tiene puros.
-Están
solo de los chiquitos.
-Bueno.
La
vieja se acercó a la mesa, destapó el tarro de los puros y revolviéndolos
adentro con la mano, volvió la cabeza y le preguntó.
-¿Cuántos
va a querer?
-A
ver -dijo don José- deme cinco reales ¿a
real son?
-A
real -dijo la vieja, sacando los puros.
-Bueno pues, deme cinco.
La
vieja le pasó los puros. Don José los olió y le dio a la vieja un billete.
-Uhmm!
como que no voy a tener vuelto, don José.
-¿No
tiene vuelto? Pues ai me los da después.
***
La
vieja se fue paro adentro a ver lo cocina. Don José se quedó allí como otras
veces, se fijó en una
muchacha que estaba barriendo y se le acercó.
-Vos
estás sirviendo aquí? -le dijo
-Si
-le contestó la muchacha empujando la basura.
-De
donde sos vos? -le preguntó- de San Carlos?
-No
-le contestó- de aquí nomás de Santa Cruz
-Ah!
-dijo don José- y aquí vivís
-Si.
-Cómo
te llamás?
Carmen
¿Y
no salís'
-¿Adónde
voy a ir?
-Ah!
pues por ai ¿que no te gusta pasear?
La
muchacha lo quedó viendo dio la vuelta, sonrió y le dio un escobazo al perro
que se levantó y se fue a echar bajo la mesa.
***
-Qué
te dijo ese hombre? -le preguntó la vieja a la muchacha.
-Nada,
que si era de San Carlos.
-Ah!
La
vieja olió la sopa y con la cuchara sacó un poquito que echó en su mano y
después la probó.
-Pasame
la sal -le dijo a la muchacha.
La
muchacha le trajo un huacal viejo con sal.
-Te
he dicho que no andés hablando con extraños
-Yo
no ando hablando con nadie.
La
vieja levantó los hombros y se sentó. La muchacha recogió una astilla del
suelo, la metió en el fuego
y después se fue al patio.
***
Don
José llegó al muelle y encendió un puro.
-Idiay
don José –lo saludó el otro que estaba
pescando.
-Ideay
–le contestó don José- ha cogido algo?
-Ni
uno
-Mal
día -dijo don José.
-Malo
para unos, bueno para otros –le dijo sonriendo el otro.
Don
José se puso a caminar por el muelle.
El
otro sacó la cuerda del agua, le puso otra carnada al anzuelo y enseguida lo tiró
más largo.
-Va
llover! –dijo. Después amarró la punta de la cuerda a un poste del muelle y se
vino a platicar con
don José
***
-¡Carmen!
¡Carmen! -gritó la vieja
-Ai
voy! -le contestó la muchacha y se vino para donde ella.
-Onde
estabas?
-Afuera,
sacando unos trapos.
-El
lunes que venga Clemente te vas ir con él -le dijo.
La
muchacha hizo un gesto de tristeza con la boca.
-El
lunes –repitió.
-Si
hija.
La
vieja se sentó en el taburete y la muchacha se le acercó a un lado y la
quedó viendo.
***
Don
José oyó al otro con la
boca abierta, botó al agua el puro que estaba fumando y pálido le preguntó.
-Y
quién te dijo?
-Jesús!
y eso quién no lo sabe? Es que Ud no había vuelto por aquí, don José, tanto
tiempo de vivir en la Barra y claro, no sabe nada. Ah, pero yo desde que lo vi
llegar a la pulpería me supuse.
***
La
muchacha no dijo nada. La vieja terminó de hablar y se levantó a menear la sopa.
-Hay
cosas en la vida, hija que...
La
muchacha interrumpió.
-Y
no sabe nada mi papa Clemente.
-Si
sabe hija y quién no lo sabe?
Y
mi mama nunca me dijo nada -y repitió- nunca me dijo nada.
***
El
otro vino a ver la cuerda que estaba
picando.
El
río estaba manso, un nubarrón se iba levantando y se veía un poco nublado.
Don
José le puso la mano en el
hombro y el otro se enderezó turbado.
-Y
qué se hizo la Luisa?
El
otro lo quedó viendo y tartamudeó.
La
la la Luisa? idiay, se murió!
-¡Se
murió! -exclamó don José, apretándose el labio de abajo con los dientes.
-Y
el viejo Clemente se hizo cargo de la muchacha -dijo el otro, sacando un
poquito la cuerda del agua.
-Y
ella sabe todo?
-Yo
no sé, don José, quién sabe.
-Y
la vieja?
-La
vieja, sí ¿Si no era pariente de la difunta?
El
viejo Clemente la ha criado como su hija dél y, cómo la quiere! y siempre viene
a verla.
Don
José bajó la cabeza y suspiró.
-Lo
qué es la sangre! -dijo el otro.
***
La
vieja se vino para la puerta, se asomó y vio venir a don José que venía
subiendo la acera.
La
vieja volvió a ver adentro nerviosa, tosió y cuando don José ya estaba cerca,
la vieja se adelantó a donde él.
-Aquí
tiene el vuelto, don José -le
dijo.
El
hombre cogió el dinero y se lo metió en la bolsa.
-Este
esté -tartamudeó la vieja- yo quisiera hablarle don José si Ud me lo permite.
-Si,
ya sé, ya sé -le dijo don José, mientras con la mirada buscaba adentro de la
casa hasta que vio a la muchacha que estaba allá de espalda. Entonces dio la
vuelta volvió a cruzar la calle, bajó por un paredón de piedra y se
acercó a coger su bote que tenía allí. La
muchacha titubeó y se vino para afuera.
Unas gotas comenzaron a caer con ruido sobre el río y se sentía ya el aire de
lluvia.
Don
José se empujó de la orilla y cogió
la corriente río abajo.
La
muchacha tenía los ojos llenos de lágrimas.
Don
José pasó en el bote junto al otro que estaba pescando
-Adiós,
pues! -le dijo
-Adiós!
-le dijo el otro.
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