21 de enero de 2016

El vuelto

Fernando Silva

Nada de embarcación?
-Nada amigo, tal vez en la larde
-No creo
-Tal vez amigo, tal vez -repitió el otro
-¡Ojaló, pues! -dijo don José
El otro iba con una vara de pescar y un saquito, pero se quedó parado, malicioso, viendo a don José que iba al atravesando la calle, después la acera y entrabaa la pulpería que quedaba a un lado.
-¡Ehs! -se dijo el otro. Esperó un rato allí y después se fue al muelle a pescar.
-¡Buenos días! ¡Buenos días! ¿Que no hay nadie que despache?
-¡Ai va! ¡Ai va! -gritaron de adentro.
El ruido de los platos en la cocina y el olor de la manteca frita se venían hasta afuera.
Una vieja salió por una puertecita del fondo. La vieja alzó la vista para ver quién era. Y se asustó, pero pudo disimular agarrándose el delantal con las manos.
-¿Qué quería, don José? -le preguntó temblándole la voz.
-Que si tiene puros.
-Están solo de los chiquitos.
-Bueno.
La vieja se acercó a la mesa, destapó el tarro de los puros y revolviéndolos adentro con la mano, volvió la cabeza y le preguntó.
-¿Cuántos va a querer?
-A ver -dijo don José- deme cinco reales ¿a real son?
-A real -dijo la vieja, sacando los puros.
-Bueno pues, deme cinco.
La vieja le pasó los puros. Don José los olió y le dio a la vieja un billete.
-Uhmm! como que no voy a tener vuelto, don José.
-¿No tiene vuelto? Pues ai me los da después.
***
La vieja se fue paro adentro a ver lo cocina. Don José se quedó allí como otras veces, se fijó en una muchacha que estaba barriendo y se le acercó.
-Vos estás sirviendo aquí? -le dijo
-Si -le contestó la muchacha empujando la basura.
-De donde sos vos? -le preguntó- de San Carlos?
-No -le contestó- de aquí nomás de Santa Cruz
-Ah! -dijo don José- y aquí vivís
-Si.
-Cómo te llamás?
Carmen
¿Y no salís'
-¿Adónde voy a ir?
-Ah! pues por ai ¿que no te gusta pasear?
La muchacha lo quedó viendo dio la vuelta, sonrió y le dio un escobazo al perro que se levantó y se fue a echar bajo la mesa.
***
-Qué te dijo ese hombre? -le preguntó la vieja a la muchacha.
-Nada, que si era de San Carlos.
-Ah!
La vieja olió la sopa y con la cuchara sacó un poquito que echó en su mano y después la probó.
-Pasame la sal -le dijo a la muchacha.
La muchacha le trajo un huacal viejo con sal.
-Te he dicho que no andés hablando con extraños
-Yo no ando hablando con nadie.
La vieja levantó los hombros y se sentó. La muchacha recogió una astilla del suelo, la metió en el fuego y después se fue al patio.
***
Don José llegó al muelle y encendió un puro.
-Idiay don José –lo saludó el otro que estaba pescando.
-Ideay –le contestó don José- ha cogido algo?
-Ni uno
-Mal día -dijo don José.
-Malo para unos, bueno para otros –le dijo sonriendo el otro.
Don José se puso a caminar por el muelle.
El otro sacó la cuerda del agua, le puso otra carnada al anzuelo y enseguida lo tiró más largo.
-Va llover! –dijo. Después amarró la punta de la cuerda a un poste del muelle y se vino a platicar con don José
***
-¡Carmen! ¡Carmen! -gritó la vieja
-Ai voy! -le contestó la muchacha y se vino para donde ella.
-Onde estabas?
-Afuera, sacando unos trapos.
-El lunes que venga Clemente te vas ir con él -le dijo.
La muchacha hizo un gesto de tristeza con la boca.
-El lunes –repitió.
-Si hija.
La vieja se sentó en el taburete y la muchacha se le acercó a un lado y la quedó viendo.
***
Don José oyó al otro con la boca abierta, botó al agua el puro que estaba fumando y pálido le preguntó.
-Y quién te dijo?
-Jesús! y eso quién no lo sabe? Es que Ud no había vuelto por aquí, don José, tanto tiempo de vivir en la Barra y claro, no sabe nada. Ah, pero yo desde que lo vi llegar a la pulpería me supuse.
***
La muchacha no dijo nada. La vieja terminó de hablar y se levantó a menear la sopa.
-Hay cosas en la vida, hija que...
La muchacha interrumpió.
-Y no sabe nada mi papa Clemente.
-Si sabe hija y quién no lo sabe?
Y mi mama nunca me dijo nada -y repitió- nunca me dijo nada.
***
El otro vino a ver la cuerda que estaba picando.
El río estaba manso, un nubarrón se iba levantando y se veía un poco nublado.
Don José le puso la mano en el hombro y el otro se enderezó turbado.
-Y qué se hizo la Luisa?
El otro lo quedó viendo y tartamudeó.
La la la Luisa? idiay, se murió!
-¡Se murió! -exclamó don José, apretándose el labio de abajo con los dientes.
-Y el viejo Clemente se hizo cargo de la muchacha -dijo el otro, sacando un poquito la cuerda del agua.
-Y ella sabe todo?
-Yo no sé, don José, quién sabe.
-Y la vieja?
-La vieja, sí ¿Si no era pariente de la difunta?
El viejo Clemente la ha criado como su hija dél y, cómo la quiere! y siempre viene a verla.
Don José bajó la cabeza y suspiró.
-Lo qué es la sangre! -dijo el otro.
***
La vieja se vino para la puerta, se asomó y vio venir a don José que venía subiendo la acera.
La vieja volvió a ver adentro nerviosa, tosió y cuando don José ya estaba cerca, la vieja se adelantó a donde él.
-Aquí tiene el vuelto, don José -le dijo.
El hombre cogió el dinero y se lo metió en la bolsa.
-Este esté -tartamudeó la vieja- yo quisiera hablarle don José si Ud me lo permite.
-Si, ya sé, ya sé -le dijo don José, mientras con la mirada buscaba adentro de la casa hasta que vio a la muchacha que estaba allá de espalda. Entonces dio la vuelta volvió a cruzar la calle, bajó por un paredón de piedra y se acercó a coger su bote que tenía allí. La muchacha titubeó y se vino para afuera.
Unas gotas comenzaron a caer con ruido sobre el río y se sentía ya el aire de lluvia.
Don José se empujó de la orilla y cogió la corriente río abajo.
La muchacha tenía los ojos llenos de lágrimas.
Don José pasó en el bote junto al otro que estaba pescando
-Adiós, pues! -le dijo
-Adiós! -le dijo el otro.

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